Plegaria por las abejas

Ni el frío las detiene en su imperiosa adoración por el perfume, en ese culto que conservan, como si estuvieran rezándole a un dios que se deja ver, luminoso, entre los pétalos, con el corazón hecho de miel.

lunes, 22 de abril de 2024

Primer premio de poesía en el Certamen Internacional Literario organizado por la fundación Resifro, “Residentes sin fronteras”, de La Plata, Buenos Aires y publicada en la Antología CIL 2023 (Agosto, 2023)

¡Migrar es un derecho! ¡Es libertad! La Fundación Resifro de la Plata, Buenos Aires, trabaja en pos de los derechos de refugiados y emigrantes y, desde hace dos años, organiza un Certamen Internacional en las categorías de poesía y microrrelato en donde se visibilizan experiencias de la inmigración.

En 2023, dos mendocinas nos llevamos los primeros premios, Fernanda Briz en microrrelato y yo, María Sofía Abarca, en poesía. ¡Muy orgullosa por este reconocimiento tan bonito!



LA PREGUNTA



Estoy en la búsqueda de mis propias fronteras y me pregunto qué encontraré:

qué tiene para darme esta tierra que recibió mi semilla y en dónde crecerán,

esperanzadas, mis nuevas raíces habituadas al sustrato de otros suelos áridos.

A veces, creo que estoy cultivada por el agua de lluvias emigrantes, por la luz

nunca arrepentida del sol y por un idioma fundado a partir de revoluciones y de guerras;

un idioma cargado de muertes, de nacimientos, de viajes y de dioses forasteros.

En esa sospecha fugaz de mi origen milagroso,

descubro que soy hija de un mundo escindido:

una de sus mitades vuelve a buscarte y la otra se queda sola, soñando.

Mi hogar nunca tuvo forma de crisálida, nunca pude sostener yo sola

todos mis truenos, pero me acostumbré a trasformar en mi casa  las estrofas

del himno gigante y generoso de mi país, acostumbré a construir mi casa

sobre los versos de una oración de Santo Torino Romo, sobre el uso horario

que me separa de tu abrazo, y sobre los kilómetros de mi incertidumbre.

Mi lenguaje es parte de mi patria: en ella están impregnadas las conquistas,

los gritos, los amores, los reencuentros y las creencias de los antepasados.

Mi lengua madre no es más que otro inmigrante que ha tomado el barco

junto con todos sus lexemas y su gramática apátrida; ha venido, embarazada

de sus prefijos a construir su propia palabra, a dejarse polinizar por abejas nuevas

que, por momentos, atraviesan la carne cansada con su aguijón de bienvenida.

Buscando, vi niños solos, niños huyendo de la ruina y la persecución,

familias amparadas solo por el desierto o el mar que debían cruzar

para sanar aquellos símbolos de la violencia y del miedo.

Junto las manos, veo que más que manos parecen las dos mitades de un nido

que los pájaros migratorios de Mendoza han deshabitado, ahora lo adopto como mío:

escribe palabras en otro idioma, protege, enlaza, toma otras manos

con el color de un atardecer que veo por primera vez.

Todo el tiempo, a pesar de mi buena fe, he formulado mal la pregunta,

he malinterpretado la envergadura dormida de mis alas. Yo no busco, yo ofrezco.

La pregunta siempre fue: ¿qué tengo yo para dar a esta tierra?





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