Un importante premio de una gran trayectoria en España, en el marco de las Fiestas Falleras de Valencia. ¿Qué son las fallas? ¿A quién se indulta y por qué? ¿Qué es el castillo de fuegos artificiales? ¿Qué es la despertá, la cremá y la plantá? ¿Qué sentirá don Quijote cuando se encuentre con una de las fallas de Utiel, en la Plaza de San Juan?
Yo no conozco Valencia, pero este cuento sí. Ganó el primer premio en la categoría de relato, por unanimidad del jurado y fue publicado en un libret fallero. ¡Un orgullo muy grande!
“Del buen suceso que el valeroso don Quijote
tuvo en la jamás imaginada aventura contra las Fallas de Utiel en Valencia”.
En eso, y después de haberse enfrentado a los que don
Quijote juzgó de Perseguidores de la Orden del Artesano, que no eran sino más
de cuarenta falleros de Valencia que se preparaban para el desfile de los
monumentos, el famoso Hidalgo descubrió unos gigantes más monstruosos que los
mismos molinos de La Mancha, a los que llamó “titanes”.
—La aventura nos va guiando, hacia guerras más justas, mi
buen Sancho, donde se abren camino cien titanes, con quienes pienso enfrentarme
y haceros perder la vida, y con cuyos despojos, nos abasteceremos para la
próxima batalla.
—¿Qué titanes?— reclamó Sancho.
—Aquellos que se extienden a la distancia, algunos vienen
con una extraña cohorte a sus pies. Me pregunto qué titanes son, pero no pienso
hacer cobardía, Sancho. Es gran servicio de Dios quitarlos de la faz de la
tierra.
—¡Espere, mi señor!—pidió Sancho—. Aquello que ve son los
monumentos falleros que han estado haciendo con tanto esfuerzo los artistas a
los que usted confundió con perseguidores.
—Bien parece, Sancho— respondió Don Quijote blandiendo un
palo de madera que les había quitado a los falleros— que no estás muy entendido
en esto de las aventuras: ellos son titanes y los han mandado a sembrar el caos
aquí en Valencia. Yo soy el único que puede enfrentarlos. Si tienes miedo,
ponte en oración y mírame cómo entro en singular batalla contra ellos.
Y diciendo esto, dio espuelas a Rocinante y corrió entre
los petardos que habían comenzado a estallar, pero nada parecía espantarlo. Sin
atender a las voces de su escudero, se dirigió a lo que él creía que era un
titán y arremetió el palo, que creía espada, sobre una de las fallas de Utiel
que, con gran originalidad, recreaba escenas de palabras por orden alfabético,
de la letra F. Contra todas ellas se fue Don Quijote, indignado y, al ver que
no se defendían, gritó:
—Non fuyades, pávidas criaturas, que es un solo hombre,
El Famoso Hidalgo, el que los enfrenta.
Sancho intentó detenerlo, pues aquella comitiva iba
directamente hacia los fuegos de una hoguera imponente.
—Mira pues, Sancho, no te he dicho que leí en el Felixmarte de Hircania sobre brujería,
magia negra y otros portentos que debían enfrentar los caballeros andantes.
—¡No creo, mi señor, que sea brujería! Más parece una
festividad del pueblo. Queman las fallas en el acto de la crida, como bien usted está viendo. Los falleros hacen las piezas
artísticas y luego, las incendian en la fiesta.
Don Quijote quedó más loco y sin idea:
—Verdad, que estos monstruos no se han defendido y no me
han dado de palos como los anteriores. Sigo sin entender por qué los queman.
—Es una tradición— intentó explicarle Sancho que venía
hacia él, sosteniendo dos vasos de un brebaje.
—¿Qué es esto, Sancho? ¿Alguna pócima para curar las
heridas?
—Es chocolate caliente.
Don Quijote largó la carcajada ante la simpleza de su
escudero y procedió a beberse, confiado, toda aquella infusión que juzgó de
mágica.
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