Asun Casasola perdió a su hija Nagore Laffage, de 20 años, durante los Sanfermines del 2008. Nagore fue asesinada en Pamplona por José Diego Yllanes Vizcay y, desde ese momento, Asun Casasola milita y denuncia públicamente la violencia machista. Ella es un símbolo de libertad y lucha femenina.
En 2024, bajo la temática de "Una plaza en tu nombre", gané el primer premio del Certamen Asun Casasola con un relato breve titulado "Florecimiento", aunque, más que relato, fue un ejercicio de memoria, justicia y respeto por aquellas mujeres que no sobrevivieron a la violencia machista.
El relato recuerda a víctimas de la violencia de género en Mendoza, cuyos nombres siguen resonando.
FLORECIMIENTO
Corrió
hacia “La arboleda”, como si fuera un templo: aquella plaza que llevaba el
nombre de todas, incluso de aquellas que hacía tiempo no se nombraban. Sintió
que podría resguardarse entre los árboles hermosamente vivos- habían plantado
uno por cada mujer asesinada en los últimos años- y este homenaje causó que,
más que plaza, aquel lugar, tomara las dimensiones de un bosque. Le llamaban
“La arboleda”, porque querían recordarlas vivas: siempre creciendo hacia la
luz, floreciendo y llenándose de mariposas.
Se
escondió atrás de Mariana, un paraíso sombrilla que la protegió hasta que su
agresor la perdió de vista. Luego, Mónica y Patricia, dos ciruelos, la guiaron
hasta el centro de la plaza, en donde podría esconderse. Las flores de Marlén
llenaban de color violeta un camino hacia la calle más cercana, para que
pudiera volver segura. Sin embargo, ella todavía tenía miedo: pensaba que, en
cualquier momento, él aparecería para pedirle perdón, para volver a manipularla
y, cuando menos lo esperara, atacarla de nuevo. El aroma de las flores de Lola
la consoló, un limonero real que le extendía sus ramas cubiertas por azahares
como, en otro tiempo, extendía los brazos. Sintió que la estaban protegiendo y
que no debía por qué tener miedo. Ella era valiente como María, el árbol que
daba fruto en todas las estaciones y era fuerte, como la corteza de Eliana.
Decidió seguir el rastro de las flores que dejó caer Marlén para ella, como una
epifanía: entre todas nos ayudaríamos, aunque ya, no estuviéramos.
Encontró
la esquina y cruzó la calle, escoltada por aquellas mujeres que la violencia
había convertido en árboles que hoy florecían. Gracias a ellas, llegó al
laboratorio pericial. El forense le inspeccionó todos los golpes, los
moretones, las puñaladas y el corte en el cuello. Cada herida mudó en una flor
perfumada: porque era cierto, la agresión que parecía no terminar, nunca
permitiría que nos fuéramos de este mundo sin haber convertido todo en
primavera.
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