Plegaria por las abejas

Ni el frío las detiene en su imperiosa adoración por el perfume, en ese culto que conservan, como si estuvieran rezándole a un dios que se deja ver, luminoso, entre los pétalos, con el corazón hecho de miel.

lunes, 22 de abril de 2024

Seleccionada por la Asociación Cultural Le Circle de la Pobla de Valbona, para integrar la exposición de Haikus, en La Casa Gran, en el marco del I Certamen de Haikus organizado por la asociación. (Enero, 2024).

 

¡Hasta la Pobla de Valbona han llegado las abejas de Mendoza! El certamen consistía en un haiku con temática sobre la naturaleza, al que podía agregarse una imagen.


Rescate

Abeja, vive:

las flores ya abrieron.

No tengas miedo.




Primer Premio por la Fundación Astromanía en Cosmocuentos Versión Iberoamericana 2023, en la categoría Adulto. Santiago, Chile. (Noviembre, 2023)



¡Mi primer certamen ganado en Chile!
Los cosmocuentos tienen una vasta tradición en la Fundación Astromanía que, con un gran cariño, acerca la literatura y el universo. El tema central de la convocatoria en 2023 era la "exploración robótica y humana pasada, presente y futura de la Luna y el planeta Marte".
Te invito a leer "Nostalgias Mecánicas", que se alzó con uno de los premios del certamen y fue traducido al inglés. 







 

https://view.genial.ly/657885644e475f0014829189/interactive-content-cosmocuentos-2023

Segundo premio en el III Concurso de Microrrelatos de “Mi reino por una pluma”, de IG, organizado por Mano de Mithril, en España (Noviembre, 2023)

 

VII JUEGOS RITUALES


Los VII Juegos Rituales entre pronombres y psicopompos se celebraron a las orillas del río Atuel, para facilitar la venida de las barcas que llegaban desde el más allá. Ningún humano se imaginó jamás que por la afluente del río Desaguadero asomarían los gigantescos y monstruosos psicopopmpos.

Los Pronombres, ágiles seres alados, fueron los primeros en llegar, los gigantes ojos grises que se abrían en sus alas de gran envergadura, los delataban. Cada uno de ellos se encargaba de la protección de un nombre propio y, aquel día, habían sido llamados por los Nuevos Inmortales para competir y para tratar de firmar un acuerdo de paz entre aquellos seres fantásticos en disputa: los pronombres, que acompañaban los nacimientos y los psicopompos, que guiaban a las almas difuntas.

Sin embargo, la cantidad pronombres era excesiva y, en aquella oportunidad, a pesar de las quejas y de las insistencias, competirían los protectores de los nombres que empezaran con la letra A.

Por su parte, los gigantescos Psicopompos hicieron fila para anotarse en los juegos, cada uno traía su remo y su lámpara de aceite. Muchos se reconocieron y se saludaron después de tantos años.

La apertura de los Juegos iniciaba con la entrada de los Nuevos Inmortales que traían consigo los nombres de todos los muertos y bendecían los nombres que aún estaban vivos, tradición que se mantenía desde hacía siglos.

La transmigración, el cambio de formas, las batallas singulares y la competencia de talentos intentaban poner fin a las diferencias entre pronombres y psicopompos.

Los gigantescos seres que se encargaban de guiar a las almas por los ríos subterráneos disfrutaron de una tarde tranquila en la montaña, alejada de los lamentos del Inframundo. Ninguno quiso recordar las guerras, ni la sangre, ni las espadas.

Es más, pensaban reunirse nuevamente y organizar una Feria del Libro Oculto en alguno de los reinos.








Leyenda que está concursando en el certamen internacional "Cuentos y Leyendas del Mundo", en la categoría "Cuentos y leyendas de Canarias", organizado por Rincón de Granada, España.

 

Los molinos de viento



Cuando era pequeña, en unas ansias, quizás, por honrar la memoria viva de Fuerteventura, se me daba por buscar morfemas inexistentes y así, en la locura lingüística del descubrimiento, comprendí, no sin cierto arrastre de error, que el masculino de molino era molina. Pero mi imaginación no solo se quedó allí: inventó ficciones donde el bien llamado “molino” era el esposo de la “molina”.

Aquellas inocentes historias, luego se transformaron en verdaderas tragedias cuando, leyendo a Lorca, la relación entre el Molino (ahora con mayúscula) y la Molina (que comencé a escribir, semejante a un apellido) se transformó casi en el conflicto de Bodas de Sangre, pero con cierta tendencia a la fabulación y a la “traición” oral.

Los molinos de viento, tal vez, admirados desde mis antiguos ojos infantiles, se me figuraron inmortalmente humanos y fue mi abuela materna la que motivó en mí las leyendas, sobre todo cuando me explicó cómo la isla sufrió el acoso de piratas.

—Otrora, se popularizó un supuesto origen de los molinos, en relación a un romance frustrado. Candela Molina Quesada— me contaba mi abuela—era la hija del Primer Capitán General que se encargó de defender la isla en nombre de la corona. Ella estaba comprometida con uno de los Sargentos Mayores más famosos de Canarias, Amaro Pardo Molino, pero su amor no duró mucho: uno de los piratas más peligrosos de la potencia enemiga se enamoró de ella. El tal Walter Raleigh, en uno de los ataques, la tomó prisionera.

Siempre imaginé a Candela como una muchacha que vestía corsé y que tocaba el piano pero, por lo que pude desentrañar de la historia secreta, ella era tan solo una pequeña niña: la “niña Molina”, como le llamaba su padre.

—Cuando Walter Raleigh se la llevó consigo al Calima, un barco pirata que luego desapareció, Amaro Pardo se entregó a los piratas, quizás en un arrebato que ignoraron los historiadores, para ser tomado prisionero. Allí, le hurtaron todas sus pertenencias, excepto una medalla que había recibido de la familia Molina, en el compromiso. Candela y Amaro se vieron una última vez en la cubierta del barco, antes de que lanzaran a ambos por la borda. Se dice que los habían atado y que, una vez que los obligaron a arrojarse al agua, se hundieron sin dar resistencia.

          Me negaba a imaginar un final tal funesto para ellos pero, por suerte, las versiones eran variadas y permitían segundas oportunidades.

—Otros cuentan que ella, Candela, pudo desatarse y llegó nadando, nadie sabe cómo, a la orilla vigilada, donde pidió ayuda a los soldados de los castillos que se elevaban en la costa. Los pocos que la vieron, dijeron que nadaba como si tuviera seis brazos, de ahí las seis aspas de las molinas. A Amaro no lo encontraron nunca pero se dice que, días después del naufragio, se levantaron tres enormes olas que llevaron hasta las costas la única medalla que había conservado Amaro, en sus días de cautivo.

       A pesar del trágico desenlace, me consolé en esperar con ansias que aquellas primeras hipótesis infantiles tuvieran algo que ver con el origen ancestral y tal vez, arcano y supersticioso de los molinos.

—Tiempo después— fue finalizando mi abuela—los primeros molinos que se introdujeron en la zona no giraban de ninguna manera, por más viento que corriese. Fue, tras la muerte de Candela, en una coincidencia casi fantástica, que uno solo comenzó a girar y con él, los casi cien que se instalaron con la maquinaria de molturación. Todos creen que fue ella la que hizo andar los molinos, que se convirtió en parte del Calima o del viento y que su soplo, siempre enamorado, protege la isla.

https://rinconesdegranada.com/los-molinos-de-viento#google_vignette 




Accésit otorgado por la Asociación Mujeres Progresistas contra la discriminación y la violencia de género, en el marco de la II edición del Certamen Internacional de Micrrorelatos “Ángeles Álvarez Arazola, con M de Mujer”.

 Marcharé multiplicándote musas.





Marchamos muertas: mi madre, mis muchachas, mis maestras. Marchamos metafísicas, mágicas, maravillosas. Mi madre mecía machetes, maternizaba martillos mientras marchaba. Moretones, machucones, mis mitocondrias moderaron motivando margaritas.

Marchan Marina, Mariajosé, Melody, Micaela, Mercedes, Milagros, Marta. Marchan Milena, Martina, Macarena, Magalí, Magdalena, Mabel, Magnolia, Mariana, Marisol, Marianela, Mónica. 

Marchan Maríangeles, Marisa, Mariela.

¡Marcha Mendoza!

Marchan mujeres melancólicas, madres marginadas, Marías macilentas,madonnas mancilladas, más milagrosas.

Manifesté mi metamorfosis, mientras mantenían mis manos mil mariposas mutiladas, mientras mil monstruos me miraban.

Marchaba mientras muchos me murmuraban murciélagos, moscardones, mientras me menospreciaban, mientras me mentían. Marchaba majestuosa mientras me mezquinaban.

Mis madres mimaron mis manos moribundas, me modularon mansas melodías mientras marchábamos. ¡Mientras movíamos montañas, mientras mejorábamos mañanas!

Mundo machista, mientras me muerdes, malintencionado; mudas, mil mujeres moverán mi morada.

Mientras me maldices, marcharé multiplicándote musas.

Primer Premio Concurso de "Cuentos de amor y ¿desamor?" organizado por Establo de Letras, en Santiago, Chile (Abril, 2024).

El amor es algo así como comerse la cabeza del ser amado. 

Mi microrrelato de mantis religiosas, una historia que conjuga el terror, la ciencia ficción y el amor, fue premiada en Chile. El premio consistía en una ilustración del microrrelato por PoliQui, ilustradora chilena. ¡Santateresa ha quedado preciosa. 

Te invito a leer "Amor Invertebrado" y a cuestionar algunas bases y prejuicios del amor romántico. 


Amor invertebrado





Santateresa, una mantis antropomórfica de tres meses, cuyos antepasados se habían sometido a la hormonización a partir de los ecdiesteroides de la mantis springbok, había descubierto una reproducción asexual que la hacía perfecta, pero que no la satisfacía: ella quería enamorarse, quería encontrar un macho que la cortejara y luego, como lo imponía su instinto, comérselo.

Una noche, en la enredadera de un jazmín de lluvia cubierta por rocío, lo vio.

No supo su nombre, seguramente Mamboretá, como todos. Estaba cazando una langosta y allí fue Santateresa. Primero, como en una cena romántica, comió de la presa, no sin antes inmovilizar a su reciente pareja que, obediente y sumisa, aceptó la condena.

Sin embargo, y luego del breve apareamiento, quiso pelear en vano, aunque ella era más fuerte y más grande.

Lo degolló y comenzó a masticarlo, desde la cabeza, cuando aún seguía vivo.

Pensó que así era el amor.

Segundo Premio del II Certamen Berta Wilhelmi organizado por el Ayuntamiento Pinos Genil de Granada, en el programa de las II Jornadas Berta Wilhelmi con la temática “Historias de mujeres” y publicada en la antología de poemas ganadores y finalistas (Marzo, 2024).

 

Su nombre resuena en España y en Pinos Genil que organiza, desde hace ya dos años, un certamen de poesía sobre "Historias de mujeres", en la Clausura de las Jornadas sobre Berta Wilhelmi. 

Mi poema se congració con el segundo lugar y aquí lo publico. ¡Muchas gracias al Ayuntamiento de Pinos Genil y a la Diputación de Granada por este reconocimiento tan bonito!



El cantar de las flores




Una mujer llevando a otra, ambas vivas, orgullosas y bendecidas.

Una, más grande, parece el mar bravío, de corazón encrespado y salado,

aquel de jardines profundos y de caracolas que recibieron a Alfonsina.

Otra, más pequeña, honra el velero dibujado con carbón en las paredes del calabozo,

por la Mulata de Córdoba.

—Falta que navegue—provoca el vigilante, riendo.

—Mire cómo navega—responde la mujer.

Mi abuela cargando en el vientre a mi madre, es como esa campesina, que

llevando granos, semillas y raíces, aspira a alimentar al mundo.

Es esa guerrera de Japón, es Tomoe Gozen levantando la katana,

luchando en las guerras Genpei y defendiendo los castillos:

a su alrededor caen los hombres y se levantan las grullas.

Es esa mujer valiente, la vendedora ambulante, la “madre coraje”

que huye de la guerra y que es símbolo de alianza y de pérdidas irreparables.

Mi abuela embarazada de mi madre, semeja un estramonio y es, a su vez,

la Flor Blanca N°1 de Georgia O’Keeffe y La feria de caballos de Rosa Bonheur,

esos de gesto desbocado y sorprendido en carrera, como la tarde de Ada Salas.

Mi abuela Josefina Flores está en un cuadro, es pintada por Mary Cassatt

y le está lavando, con dulzura de óleos, los pies a mi madre.

Dentro de mi madre, en uno de sus tantos óvulos, seguro estoy yo,

entre las montañas y los mares rosados, gualdos y celestes,

como los imaginó Helen Frankenthaler.

Allí estoy, duermevela dentro de mi madre, como en un poema

de Gabriela Mistral, yo soy su intento de Ternura, su Niña errante y su Lagar.

Dentro de ellas dos, con ese calor tan humano, se sienten

todas las formas del fuego, incluso aquel que abrazó a Juana de Arco,

el mismo que incendió la fábrica Cotton de Nueva York, ese ocho de marzo.

Todas las luces arden dentro del vientre: las cerillas, las estrellas y el brillo de los ojos,

incluso de aquellos apagados por la violencia y el maltrato.

Es parte de la vida, pensarse tan vulnerable, tan cuidada

dentro del líquido ambarino que forma pequeñas olas de calcio, y entonces,

yo vuelvo a ser un barco, en cuyas velas se trasparenta el sol más imperioso.

Mi mascarón de proa es una mujer alada, como Berta Wilhelmi,

una mujer de color dorado que separa los labios,

como cantando o lanzando un beso.

Yo insisto en mi abuela porque, aunque su nombre no haya sido Ada Lovelace,

aunque su nombre no fue Hipatia, ella me ofreció una historia,

me ofreció un mundo de atardeceres en la orilla, corales y una madre.

Ella tejía, desmenuzaba y deshacía como Penélope, como Ariadna o como Las Moiras;

en ese vaivén caprichoso, casi sonámbulo y ávida de urdimbres,

al enhebrar ofrecía, tejiendo, parte de mi memoria y de mi futuro.

Al pensar en ella, en su sonrisa llena de violines como los de Maddalena Sirmen,

me pregunto cuántas mujeres hay dentro de mí,

cuántas manos, cuántos dedos, cuántos músculos escriben, desahogándose,

ahora, conmigo estos versos libres, susurrantes y urgentes;

cuánta sangre, cuantos huesos, cuántas voces acalladas de insomnio

remontan el horizonte de estos verbos colmados de estrógeno.

Por eso, no quiero dejar de gritar, por esta boca que yace escrita,

todas las metáforas de la vida, todos los rostros que puede adoptar Dulcinea

y cada uno de los nombres del amor, aunque se hayan olvidado.

No puedo permitir que nos vayamos de este mundo cruel y hermoso

sin haberlo convertido todo en la primavera de Emily Dickinson:

este poema será tu pájaro que vuelve y tu árbol florecido.

Un árbol de fruto generoso, donde mi abuela, como me contaba, en su infancia

llena de ilusiones y de sueños puros, cosechaba las manzanas.

Primer premio del Certamen de Cine y Literatura de la Revista Trifulca en 2017


UN CUENTO CHINO A LA ORILLA DEL AGUA






 “No. Nadie recuerda lo que sucedió hace tanto tiempo. El universo es creado cada cinco minutos.”  Cartas Marcadas. Alejandro Dolina

Toma#1

El reino de Lisuan-tú disponía, podría decirse, de una manera violentamente dulce y desde la dinastía Mainsu-to de leyes salvajes que regían o, más bien, hacían del bienestar ciudadano el más severo de los derechos con que podía contar un reino de tales, vamos a llamarle, “necesidades”. Pero antes de comenzar la narración, y para los que no han recorrido la China del siglo XVII, ya sea por falta de imaginación o por ser blanco fácil de la Santa Inquisición en aquella época; me es necesario aclarar que el reino de Lisuan-tú era una isla aledaña a lo que actualmente se llama Hainan, el caribe Chino, y cuyas fronteras marinas limitan con las actuales Vietman y Tailandia. La ubicación es de suma importancia por la siguiente causa, que tendrá más de un motivo de discusión: los habitantes de Lisuan- tú estaban completamente aislados del resto de los reinos, vivían encerrados sin posibilidades de ver más allá de las costas amarillas y de los pescadores. La vida terminaba en sus orillas. Y así confiaban en una existencia, digámosle, extraña, digámosle, mecánica, que necesitará de más de un testigo que como yo, se atreva a pisar sus costas. Durante mis viajes, decidí permanecer por breve tiempo en el reino, dado el gran espanto que produjeron en mí las costumbres inusuales de dicha comunidad.

Lisuan- tú, más allá de la economía marítima de excelente calidad, puedo confirmarlo por su forma de cocinar la Totoaba, vivían (Y pido al lector que antes de seguir leyendo se tome un breve descanso: mire a su alrededor un instante; busque qué es la Totoaba; hable con algún amigo que, si es posible, esté a una distancia cercana; o abra la ventana y observe el día, o de ser necesario, la noche…todo esto para neutralizar la siguiente información que voy a revelarle. Ahora regrese a la lectura del segundo párrafo desde el primer Lisuan-tú y lea, por voluntad propia, esta extraña mutación de vida anacrónica y su más maravillosa diversidad sin, para que no sea abrupta la lectura, prestarle atención al contenido entre paréntesis que ahora parecerá insignificante) en un proceso permanente e infernal de lo que se llamará posteriormente posproducción de montaje y edición de vídeo. Pasaré a explicar lo que esto significa, pero con breves anécdotas (o para ser más específico “secuencias”) que se extienden a situaciones similares.

Una vez vi a Minyú, uno de los hábiles cocineros de la Totoaba y amigo mío (me brindó su casa al principio y luego me ayudó a reinstalarme), caminando tranquilamente por la calle y, de repente, tropezó con tal mala suerte que se rompió la nariz. Fue allí que, ante mi corrida para socorrerlo, apareció un Director (a la manera de los directores de cine actuales junto con todo su séquito de asistentes de dirección; a veces, de ser necesario, también se contrataba un público y algunas butacas) y le gritó ¡Corte! al pobre Minyú que yacía sangrando en el suelo y se veía obligado a levantarse tras las miradas acusadoras del director. Ahora Minyú, que ya no caminaba tranquilamente por la calle, debía parar, hablar brevemente con el director y continuar su camino al restaurante tras la orden de ¡Acción!, obviamente sin tropiezos y limpiándose la sangre que le ultrajaba el fino uniforme de trabajo (tal como escuché que le gritó después el Director) mientras las cámaras lo escoltaban.

Otro día, un martes cercano al crepúsculo en Lisuan-tú, yo había sido invitado a una cena aristocrática cuando, por una de las ventanas de la enorme mansión vi a un caballero enamorado que se le declaraba a una bella dama en el jardín privado de Qing Hui Yuan, (generalmente este tipo de declaraciones se realizaban, con previo permiso, en los hermosos jardines del palacio, solo y exclusivamente si el amante era correspondido). Sucedió que el joven, dado el nerviosismo por la exposición, tartamudeó y olvidó su discurso al tiempo que parecía ascender del mismo infierno el Director y su séquito. Aquel gritaba repudiándolo con agresivo profesionalismo: “¡Corte! ¡Corte! ¿Otra vez te olvidaste las líneas? ¡Las practicamos mil veces!” Es así que, mientras la joven reía, el caballero, quizás un poco menos enamorado que antes, recibía los consejos del director dispuesto a memorizar las líneas olvidadas. Alguien me habló en medio de la cena, Ho Yin, uno de los escribas, y debí interrumpir mi atención hacia los enamorados.

Un día después, en una de mis visitas a las escuelas del reino, presencié uno de los exámenes a los alumnos sobre historia, en este caso a Shang Fang, el hijo del escriba de la noche anterior. El estudiante se acomodó para su examen oral frente al panel de profesores. Le hicimos una pregunta muy sencilla sobre dinastías, pero Shang Fang herró la respuesta; tras la siguiente pregunta sobre enfrentamientos bélicos, el joven permaneció en silencio y fue allí que, ante mi expectativa por su respuesta, reapareció el famoso director al grito de “¡Corte!” acompañado por un pequeño público que comenzaba a reír tras el vergonzoso error del estudiante. Es así que luego de una breve compostura y tras el grito de “¡Acción!”, el estudiante humillado retomó su lección mientras observaba las sombras del público que acarreaban sus butacas para retirarse. Yo quise ayudarlo a recomponerse, pero Shang Fan cerraba los puños e intentaba no llorar, ignorando mi auxilio.

Llegamos a las dos últimas anécdotas que soy capaz de contar con todo el dolor de mi corazón. La primera de ellas, ocurrió cuando una noche, luego de cenar, me llamaron urgentemente: Minyú había fallecido de muerte súbita y debía ir al velorio lo antes posible. Cuando llegué, yo me hospedaba en aquel tiempo en su misma calle, observé a todos sus familiares rodeando el cuerpo envuelto en sábanas, para brindarle el último adiós. No había nada que hacer ante la muerte, ya era libre y ningún director lo haría ponerse de pie. Sin embargo, fue ante el llanto de la viuda y sus hijos que, a modo de invocación, el Director salió de una de las habitaciones. Se escuchó la puerta cerrarse, violentamente seguida por el grito, sin el más mínimo respeto, de “¡Corte! ¡Necesito más emoción! ¡Más emoción! ¡Más llanto! ¡Se ha muerto, no lo volverás a ver! ¡Más emoción!” Y luego el tirano gritaba: “¡Acción!”. Fue así que despedimos, entre las permanentes intervenciones del director, a mi buen amigo Minyú.

La última anécdota tiene algo de perverso y algo de milagro. Había escuchado de situaciones similares en mi breve estadía en Lisuan- tú, pero aquella tarde, luego de terminar mi turno en la escuela observé a un hombre en lo alto del templo de Nanshan, que amenazaba con tirarse al vacío. Los ciudadanos malheridos por el tipo de vida miserable que vivían planeaban su suicidio de una manera poco original: la mayoría saltaba desde lo alto de los templos o monumentos, quizás, como la única oportunidad de sentirse libres. El hombre, luego de meditar una última vez, saltó con gran ímpetu y cayó como una gruya herida para nunca más levantarse. Sin embargo, una vez  en el suelo frío, aplastado y mutilado, casi sin aire por la caída, logré observar que su cuerpo roto descansaba sobre una especie de gran almohadón. Fue cuando el director salió de su escondite, agitó los brazos y gritó “¡Corte! ¡Corte!”. Fue allí donde, absorto, presencié el milagro: el hombre se levantó, moribundo, y sosteniendo un brazo quebrado  miró pidiendo piedad al director que llamaba a un asistente para que retocara las heridas, al tiempo que gritaba pidiendo un doble de riesgo: “¡Un doble! ¿Dónde está el doble?” Fue así como su intento fallido de suicidio dejó al hombre en la más completa humillación. Se había salvado de milagro y era esa su nueva condena. Partió escoltado por las cámaras.

La vida ya no era genuina, no valía nada. Era aquello que titilaba casi apagándose en el intermedio de un ¡Corte! y un ¡Acción!

Toma #2

Tiempo después, en meses de frío invierno, cambié mi residencia al palacio real, donde convivía con escribas y personas de alto rango, y obviamente con el director y sus asesores. Yo no experimentaba el proceso de posproducción de montaje  porque no era nativo, a pesar de eso, quise partir y no regresar nunca más. Sin embargo, ocurrió algo que me lo impidió. La razón por la cual preferí permanecer en el reino de Lisuan-tú fue Xue, una bella joven cuyo nombre significó “nieve” hoy y siempre, y así como ella parecía que lo cubría todo en aquellos meses fríos. La encontré leyendo en uno de los jardines y grande fue mi sorpresa al descubrir que leía el Shuihu Zhuanque bien podría significar A la orilla del agua, una novela clásica de la literatura China ambientada en la dinastía Song. Cuando levantó la mirada, se sorprendió al verme y para no asustarla le mostré mi más reciente lectura, el  Shī Jīng, también conocido como el Libro de las odas y fue allí que nos reconocimos como iguales. Al principio, Xue no me hablaba y se refugiaba, de cierta manera en su lectura, me observaba de reojo y al ver mi insistencia por querer platicar, tomó el libro que leía y me develó un nuevo secreto. Si bien el léxico arcaico del Shuihu Zhuan me era dificultoso, me fue señalando palabras con sus pequeños dedos blancos, me dejaba espacio para memorizar y continuaba pacientemente brindándome su mensaje. Al terminar, repetí lo que ella me había enseñado con cierto temor: “No pueden hacernos nada mientras leamos”. Me pregunté si con eso hacía referencia al proceso de postproducción de montaje, que, me enteré luego, se limitaba a ciertas situaciones: la muerte, la vida cotidiana, el sexo, el alumbramiento, las guerras, el amor, pero al parecer, la literatura se veía exenta. De tal manera, lo que me quería expresar Xuan no era en sentido literal e interpreté: “Si leemos, seremos libres, aunque sea por un momento”.  Me sorprendió un poco su actitud pasiva, pero luego comprendí que no había oportunidad de vencer. Otros reinos tenían leyes peores que regían sus vidas. Yo ya conocía el reino de Po, donde sus ciudadanos eran hábiles en el disfraz, tomaban otras identidades o cargos y aprovechaban para cometer excesos o, por ejemplo, aquel imperio donde sus habitantes podían desprender sus cabezas a voluntad e intercambiarlas. Lisuan- tú podía sobrevivir a aquellas costumbres y sacar provecho de ellas si…

Interrumpí mis reflexiones cuando vi pasar al director y a su séquito que nos observaron indiferentes por tener un libro entre las manos. Tanto Xue como yo permanecimos inmóviles hasta que pasó el último asesor de dirección y luego nos dispusimos a leer en silencio. El silencio en Lisuan-tú, parecía ser la última nota de la vida o de aquellos que querían vivir.

Pasó el tiempo y conocí más de Xue, una joven aristócrata que vivía en el palacio como protegida del rey, nacida durante la última guerra. Encontraba reposo en la literatura y me sorprendió que hubiera leído mucho más que yo, incluso libros de difícil acceso y muchos en idiomas desconocidos para mí. A pesar de su inteligencia, tenía una actitud resignada en muchos aspectos, resignación que escondía un poco de rebeldía, algo que seguiré sosteniendo, pero que prefería mantener en secreto.

Una tarde, la llevé al jardín de Qing Hui Yuan (y el lector precavido sabrá mis intenciones) para luego en la costa de Lisuan-tú ver el atardecer, mientras escuchábamos fragmentos de la banda sonora; una melodía repetitiva por una mala edición de video. No alcanzamos a distinguirla por sus frecuentes discontinuidades, pero nos hizo reír pensando que algo había comenzado a funcionar mal, y eso quizás era satisfactorio. En medio del diálogo que ahora avanzaba a regiones más íntimas observamos que no anochecía y que comenzaban a surgir en el horizonte algunas roturas en la pista de video.

Parecía que era necesario editar el mundo nuevamente.

Toma#3

Decidimos huir. Xue no logró soportar la humillación de la noche anterior donde el director y su séquito entraron en nuestra habitación a corregir quien sabe qué, a pedir un doble de riesgo, o dos, y a grabar mil veces la misma escena. Yo, en un momento, me negué a seguir los consejos del director que me sostenía frente a mis ojos un nuevo guion que debía representar, el cual rompí y dejé caer al suelo violentamente. “¡No!”, le dije, y para mi sorpresa, el Director no reaccionó, extrajo un nuevo guion de su sobretodo y me lo extendió. Parecía que disponía de todos los destinos de la humanidad en los bolsillos internos de su traje, pero a todos rompí aunque insistía en darme nuevos. Al final, sin poder resistirnos, cedimos y ya llegando el amanecer se fueron, tras obtener la escena que querían.

Junto con Xue nos dirigimos a la costa y subimos a una de las canoas pesqueras. Ambos llevábamos nuestros libros, algunos nos los habíamos colgado a modo de espadas, a la cintura. Los demás los ordenamos de manera que pudieran entrar todos. Decidimos leer en voz alta algún fragmento mientras hacíamos los preparativos para el viaje, no fuera a ser que apareciera el Director, ese ser tan extraño, que a modo de una sombra era mucho más real que nosotros y que el mismo mundo. Xue eligió el final de la novela que estaba leyendo la vez que nos conocimos…

Hasta aquí llega mi testimonio. Lo que sigue a continuación será contado por alguien que nos vio detrás sol. Futuras generaciones lo anexarán a mi relato con las correcciones pertinentes:

“El hombre y la mujer subieron a la canoa y comenzaron a alejarse de la costa cuando ocurrió. Mientras ella le leía y él remaba enérgicamente levantaron la cabeza al unísono, buscando quizás, más allá del horizonte interrumpido, a aquel que acechaba su caótico éxodo. En un momento, (y dudo si es veraz esta expresión, dado que el tiempo comenzó a resignificarse) ambos regresaron a la orilla, en reversa, a pesar de sus esfuerzos por avanzar. Luego, permanecieron estáticos, como pausados, sintiendo que alguien los miraba a través del sol. Con manos temblorosas tomaron los libros una última vez, pero no sabían cómo combatir aquel fenómeno que parecía por veces tan inofensivo y por veces, tan mortal. Tenía, como en el caso del fracasado suicidio, algo de perverso y algo de milagro.

La noche llegó repentinamente y después de un último beso se dieron cuenta que los habían apagado. Segundos después, ya moribundos, comenzaron a pasar los créditos, de este lado”.

(1) Posteriormente, este título doble (Un cuento Chino y A la orilla del agua) se reeditó con el título de: La resignificación del sujeto en Lisuan-tú: la filosofía del montaje de la vida y la mala edición del mundo, a causa de la confusión en una ponencia en la UNCuyo, en el marco de las XVII Jornadas de Existencialismo Latinoamericano.  Esta confusión es clave para reconocer dos cosas. La primera, que hay muchas versiones del cuento; la segunda, que estamos en presencia de un texto arduamente corregido a lo largo de las épocas. Esto justificará los tormentosos anacronismos de los que será presa el lector.

Este texto ganó el primer premio del certamen de literatura y cine organizado por la Revista Trifulca. 

Primer premio de poesía en el Certamen Internacional Literario organizado por la fundación Resifro, “Residentes sin fronteras”, de La Plata, Buenos Aires y publicada en la Antología CIL 2023 (Agosto, 2023)

¡Migrar es un derecho! ¡Es libertad! La Fundación Resifro de la Plata, Buenos Aires, trabaja en pos de los derechos de refugiados y emigrantes y, desde hace dos años, organiza un Certamen Internacional en las categorías de poesía y microrrelato en donde se visibilizan experiencias de la inmigración.

En 2023, dos mendocinas nos llevamos los primeros premios, Fernanda Briz en microrrelato y yo, María Sofía Abarca, en poesía. ¡Muy orgullosa por este reconocimiento tan bonito!



LA PREGUNTA



Estoy en la búsqueda de mis propias fronteras y me pregunto qué encontraré:

qué tiene para darme esta tierra que recibió mi semilla y en dónde crecerán,

esperanzadas, mis nuevas raíces habituadas al sustrato de otros suelos áridos.

A veces, creo que estoy cultivada por el agua de lluvias emigrantes, por la luz

nunca arrepentida del sol y por un idioma fundado a partir de revoluciones y de guerras;

un idioma cargado de muertes, de nacimientos, de viajes y de dioses forasteros.

En esa sospecha fugaz de mi origen milagroso,

descubro que soy hija de un mundo escindido:

una de sus mitades vuelve a buscarte y la otra se queda sola, soñando.

Mi hogar nunca tuvo forma de crisálida, nunca pude sostener yo sola

todos mis truenos, pero me acostumbré a trasformar en mi casa  las estrofas

del himno gigante y generoso de mi país, acostumbré a construir mi casa

sobre los versos de una oración de Santo Torino Romo, sobre el uso horario

que me separa de tu abrazo, y sobre los kilómetros de mi incertidumbre.

Mi lenguaje es parte de mi patria: en ella están impregnadas las conquistas,

los gritos, los amores, los reencuentros y las creencias de los antepasados.

Mi lengua madre no es más que otro inmigrante que ha tomado el barco

junto con todos sus lexemas y su gramática apátrida; ha venido, embarazada

de sus prefijos a construir su propia palabra, a dejarse polinizar por abejas nuevas

que, por momentos, atraviesan la carne cansada con su aguijón de bienvenida.

Buscando, vi niños solos, niños huyendo de la ruina y la persecución,

familias amparadas solo por el desierto o el mar que debían cruzar

para sanar aquellos símbolos de la violencia y del miedo.

Junto las manos, veo que más que manos parecen las dos mitades de un nido

que los pájaros migratorios de Mendoza han deshabitado, ahora lo adopto como mío:

escribe palabras en otro idioma, protege, enlaza, toma otras manos

con el color de un atardecer que veo por primera vez.

Todo el tiempo, a pesar de mi buena fe, he formulado mal la pregunta,

he malinterpretado la envergadura dormida de mis alas. Yo no busco, yo ofrezco.

La pregunta siempre fue: ¿qué tengo yo para dar a esta tierra?





Primer premio en la categoría D (adultos en castellano) del IX Concurso de relatos breves Literario Asun Casasola, de Irún, España. (Febrero, 2024)

Asun Casasola perdió a su hija Nagore Laffage, de 20 años, durante los Sanfermines del 2008. Nagore fue asesinada en Pamplona por José Diego Yllanes Vizcay y, desde ese momento, Asun Casasola milita y denuncia públicamente la violencia machista. Ella es un símbolo de libertad y lucha femenina. 

En 2024, bajo la temática de "Una plaza en tu nombre", gané el primer premio del Certamen Asun Casasola con un relato breve titulado "Florecimiento", aunque, más que relato, fue un ejercicio de memoria, justicia y respeto por aquellas mujeres que no sobrevivieron a la violencia machista. 

El relato recuerda a víctimas de la violencia de género en Mendoza, cuyos nombres siguen resonando.


FLORECIMIENTO 


Corrió hacia “La arboleda”, como si fuera un templo: aquella plaza que llevaba el nombre de todas, incluso de aquellas que hacía tiempo no se nombraban. Sintió que podría resguardarse entre los árboles hermosamente vivos- habían plantado uno por cada mujer asesinada en los últimos años- y este homenaje causó que, más que plaza, aquel lugar, tomara las dimensiones de un bosque. Le llamaban “La arboleda”, porque querían recordarlas vivas: siempre creciendo hacia la luz, floreciendo y llenándose de mariposas.

Se escondió atrás de Mariana, un paraíso sombrilla que la protegió hasta que su agresor la perdió de vista. Luego, Mónica y Patricia, dos ciruelos, la guiaron hasta el centro de la plaza, en donde podría esconderse. Las flores de Marlén llenaban de color violeta un camino hacia la calle más cercana, para que pudiera volver segura. Sin embargo, ella todavía tenía miedo: pensaba que, en cualquier momento, él aparecería para pedirle perdón, para volver a manipularla y, cuando menos lo esperara, atacarla de nuevo. El aroma de las flores de Lola la consoló, un limonero real que le extendía sus ramas cubiertas por azahares como, en otro tiempo, extendía los brazos. Sintió que la estaban protegiendo y que no debía por qué tener miedo. Ella era valiente como María, el árbol que daba fruto en todas las estaciones y era fuerte, como la corteza de Eliana. Decidió seguir el rastro de las flores que dejó caer Marlén para ella, como una epifanía: entre todas nos ayudaríamos, aunque ya, no estuviéramos.

Encontró la esquina y cruzó la calle, escoltada por aquellas mujeres que la violencia había convertido en árboles que hoy florecían. Gracias a ellas, llegó al laboratorio pericial. El forense le inspeccionó todos los golpes, los moretones, las puñaladas y el corte en el cuello. Cada herida mudó en una flor perfumada: porque era cierto, la agresión que parecía no terminar, nunca permitiría que nos fuéramos de este mundo sin haber convertido todo en primavera.          


Lee la noticia completa sobre los ganadores en el Diario Vasco


Primer premio en el Certamen “Manuel Perez Yuste”, en la categoría de prosa, organizado por la Falla Plaza San Juan de Utiel, en España y publicada en el Libret Fallero del mismo año. (Febrero, 2024).

Un importante premio de una gran trayectoria en España, en el marco de las Fiestas Falleras de Valencia. ¿Qué son las fallas? ¿A quién se indulta y por qué? ¿Qué es el castillo de fuegos artificiales? ¿Qué es la despertá, la cremá y la plantá? ¿Qué sentirá don Quijote cuando se encuentre con una de las fallas de Utiel, en la Plaza de San Juan? 

Yo no conozco Valencia, pero este cuento sí. Ganó el primer premio en la categoría de relato, por unanimidad del jurado y fue publicado en un libret fallero. ¡Un orgullo muy grande!


“Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la jamás imaginada aventura contra las Fallas de Utiel en Valencia”.

 



 


En eso, y después de haberse enfrentado a los que don Quijote juzgó de Perseguidores de la Orden del Artesano, que no eran sino más de cuarenta falleros de Valencia que se preparaban para el desfile de los monumentos, el famoso Hidalgo descubrió unos gigantes más monstruosos que los mismos molinos de La Mancha, a los que llamó “titanes”.

—La aventura nos va guiando, hacia guerras más justas, mi buen Sancho, donde se abren camino cien titanes, con quienes pienso enfrentarme y haceros perder la vida, y con cuyos despojos, nos abasteceremos para la próxima batalla.

—¿Qué titanes?— reclamó Sancho.

—Aquellos que se extienden a la distancia, algunos vienen con una extraña cohorte a sus pies. Me pregunto qué titanes son, pero no pienso hacer cobardía, Sancho. Es gran servicio de Dios quitarlos de la faz de la tierra.

—¡Espere, mi señor!—pidió Sancho—. Aquello que ve son los monumentos falleros que han estado haciendo con tanto esfuerzo los artistas a los que usted confundió con perseguidores.

—Bien parece, Sancho— respondió Don Quijote blandiendo un palo de madera que les había quitado a los falleros— que no estás muy entendido en esto de las aventuras: ellos son titanes y los han mandado a sembrar el caos aquí en Valencia. Yo soy el único que puede enfrentarlos. Si tienes miedo, ponte en oración y mírame cómo entro en singular batalla contra ellos.

Y diciendo esto, dio espuelas a Rocinante y corrió entre los petardos que habían comenzado a estallar, pero nada parecía espantarlo. Sin atender a las voces de su escudero, se dirigió a lo que él creía que era un titán y arremetió el palo, que creía espada, sobre una de las fallas de Utiel que, con gran originalidad, recreaba escenas de palabras por orden alfabético, de la letra F. Contra todas ellas se fue Don Quijote, indignado y, al ver que no se defendían, gritó:

—Non fuyades, pávidas criaturas, que es un solo hombre, El Famoso Hidalgo, el que los enfrenta.

Sancho intentó detenerlo, pues aquella comitiva iba directamente hacia los fuegos de una hoguera imponente.

—Mira pues, Sancho, no te he dicho que leí en el Felixmarte de Hircania sobre brujería, magia negra y otros portentos que debían enfrentar los caballeros andantes.

—¡No creo, mi señor, que sea brujería! Más parece una festividad del pueblo. Queman las fallas en el acto de la crida, como bien usted está viendo. Los falleros hacen las piezas artísticas y luego, las incendian en la fiesta.

Don Quijote quedó más loco y sin idea:

—Verdad, que estos monstruos no se han defendido y no me han dado de palos como los anteriores. Sigo sin entender por qué los queman.

—Es una tradición— intentó explicarle Sancho que venía hacia él, sosteniendo dos vasos de un brebaje.

—¿Qué es esto, Sancho? ¿Alguna pócima para curar las heridas?

—Es chocolate caliente.

Don Quijote largó la carcajada ante la simpleza de su escudero y procedió a beberse, confiado, toda aquella infusión que juzgó de mágica.

Primer Premio: Vence el encierro, mi México de Ayer "Oda a los muertos"

Mi relato "Tanatomicrobioma o Memento Mori", se ha alzado con el primer premio en la edición 2024 del Certamen Internacional "...